Por los oyentes que te deseo

Juan Viedma Vega

Por los oyentes que te deseo - Juan Viedma Vega

Proyección de una de las videocreaciones de Eulalia Valldosera en el CAC de Málaga./ Foto: CAC Málaga

Huelga aclarar la desgracia que encerró el verso de Eulalia Valldosera entre las paredes del CAC, junto a la obra de Carlos León. Su espíritu reconciliador se nos antoja imprescindible para comprender nuestra nueva circunstancia.

Una de las primeras tardes de febrero me acerqué al Centro de Arte Contemporáneo. La última vez que acudí aún podía verse en el Espacio 5 a Carter fallar una pelota de béisbol, condenado a repetir su error hasta que el Centro retirara Political Advertisement 1952-2012, de Antoni Muntadas y Marshall Reese. Llegué distraído, pensando que seguiría allí, pero me encontré con la proyección de un vídeo de Eulalia Valldosera al otro lado de la cortina, que recitaba en un inglés pulsátil, sereno y contenido ante el curso de un riachuelo. Estaba ante uno de los mensajes de la serie Penélope tiene voz, grabada en 2017, que podía contemplarse junto con Plastic Mantra, Autoretrato. Soy roble y Los otros invisibles I y II, todos grabados entre 2016 y 2019. El CAC los reunió no solo por compartir formato, sino porque los consideró bajo un mismo paraguas que la artista abrió cuando habló de sí misma, de manera confesa, como médium.

“Somos expertas en borrar el dolor de los incrédulos” enuncia la artista, en nombre de la ballena con la que se comunica. La redención, idea central de Botellas interactivas, centellea a medio camino de su dictado. Pero los hilos conductores de la colección son la prevalencia del inconsciente colectivo, del que emanan preciadas lecciones; la reivindicación de una vida respetuosa con la naturaleza; e, implícitamente, la puesta en jaque de una noción agotada de la comunicación, pues de su metodología se deduce un revolucionario —no por ello nuevo— modo de escucha. Gracias a la profundidad de estas emisiones, que atañen a los fundamentos de la vida, y a la radicalidad de sus propuestas, la artista capea todo rechazo simplista hacia lo espiritual en su obra. Si bien hoy persiste la denigración de la mística como ensoñaciones inaccesibles sin consecuencias prácticas, o como una búsqueda de transcendencia destinada al fracaso —exactamente el mismo maltrato que recibe el mundo del arte—, son los personajes de la talla de Valldosera los que nos recuerdan que, con independencia de la fe que el espectador pueda depositar en un relato poco ortodoxo —al menos de acuerdo a los postulados de la racionalidad técnica criticada por Marcuse—, no cabe la invalidación directa de las causas defendidas, las posturas vitales que se ofrecen ni el espíritu crítico con el que hace temblar la norma.

Al discurso acompañan las imágenes y los paisajes sonoros de sus travesías. La artista traslada a la cámara su mirada extrañante, su ojo atento a la mínima acción o a aquella perspectiva con las que desbarata la pereza sensorial. Le basta jugar con la luz, un gesto con la mano o un giro de cámara. La artista busca conmover por sendos caminos, aunque la complejidad de los recitales decanta la balanza. El apartado audiovisual independiente de la palabra toma en consecuencia un rol contextualizador y se despliega sin ensombrecer el desarrollo del oral. Las dos mitades de Los otros invisibles suponen la sola excepción frontal a la totalidad de estos presupuestos, dado que funcionan como registros de las performances en las que dio voz a la materia olvidada de ocho pinturas del Museo Thyssen de Madrid, así como de Jacqueline, lienzo de Pablo Picasso de 1957, custodiado por el Museo Picasso de Barcelona.

Valldosera siempre ha seguido la senda de lo espectral, la cual ha resignificado con la compañía de enseres domésticos, portadores de huellas de la actividad humana a los que rápidamente se enlaza el cuerpo durante sus quehaceres. Ya en los años noventa afianzó la luz como su centro, y con ella ha moldeado las siluetas de los cuidados; en El ombligo del mundo llevó a cabo una performance con reminiscencias de los mandalas tibetanos; en Envases borrados extrajo el pigmento de varias cajas de detergente, con lo que las despojaba de sus amables recursos visuales y desnudaba su letalidad. Eulalia Valldosera persigue la verdad en el rastro de las cosas, una vez desvanecidas las apariencias y palmarios los efectos de su paso. Prescribe introspección y mirada a largo plazo, medidas de sanación óptimas para nuestro joven y tortuoso siglo, al alcance incluso de los escépticos.

La exposición: “Eulalia Valldosera”.

Comisario: equipo curatorial del CAC Málaga, Helena Juncosa y Carola Marín.

Lugar: Centro de Arte Contemporáneo de Málaga.

Fecha: Del 14 de enero al 12 de abril de 2020 (fecha pendiente de revisión).

Horario: De martes a domingo de 9:00 a 21:00 horas (cerrado por motivos de seguridad).