La eterna gallardía
María Antón Valencia
El Centro Cultural La Malagueta reabre sus puertas para mostrarnos una serie de instantáneas del cineasta Carlos Saura y poder así percibir la esencia y pervivencia del flamenco.
Tras su inauguración el pasado enero, la exposición vuelve a mostrar la idiosincrasia del pueblo andaluz sobre los blancos e inmaculados paramentos de la instalación malagueña. Y es que, en esta ocasión, el conjunto neorrealista resume la encomiable labor creadora de Carlos Saura en el espacio cinematográfico, al recurrir al ámbito del flamenco como manifestación expresiva y simbólica de la existencialidad cultural de una determinada sociedad.
A través de un largo pasillo con un sinfín de arquerías, se atesoran las joyas que dan nombre a la muestra que el cineasta creó “acercándose de puntillas”. Gracias a “Flamenco”, la intimista mirada del cineasta queda perpetuada, a través de la fugacidad del objetivo, en un dinámico hilo narrativo que versa sobre los múltiples ensayos de obras como “Bodas de Sangre” (1981), “Carmen” (1983), “El amor brujo” (1986) o “Flamenco” (1995), episodios e iconos inconfundibles dentro de la tradición cultural y el imaginario popular andaluz.
A medida que nos adentramos por esta muestra podemos sentir de cerca el arte más ancestral y puro de nuestra tierra, ya que el blanco y negro de las instantáneas refuerzan, de algún modo, el vigor y la expresión de todos y cada uno de los artistas. Las penumbras melancólicas, las figuras de bailaoras subexpuestas, o las siluetas vibrantes, se alternan en armonía con una serie de retratos que congelan en el tiempo el talento de los más grandes.
Es entonces cuando podemos admirar todo un espectáculo de fuerza y potencia en los gestos y expresiones corporales, acompañadas siempre de una elegancia y armonía en las formas humanas, las cuales resuenan con sublimidad, brío y gallardía entre los bastidores del soporte.
Tal ejemplo es apreciable en instantes capturados en los ensayos de los rodajes de “Sevillanas” o “Flamenco”, donde la figura de la bailaora andaluza parece elevarse hacia el cielo gracias al contorneo de sus brazos y el arqueo de su espalda mientras que en el escenario resuena el taconeo de sus pies como mandato de su sentir más profundo. De este modo, el ‘pathos’ clásico adquiere la forma del garbo romántico que ya despertó tantas pasiones desde el siglo XIX. No obstante, es preciso señalar que, en algunas de las instantáneas, se llega a advertir un leve desenfoque como consecuencia de querer ofrecer al conjunto una determinada monumentalidad que, en ciertos momentos, resta calidad a las dimensiones de la obra original.
Es en el interior de este espacio cultural, que acompaña al mítico ruedo taurino, donde Saura hace eterna la vivacidad de esta ancestral danza, que expresa, no la delicadeza del ballet clásico, sino el incesante y emotivo pulso entre el orgullo y el querer. El fuego de Lola Flores, la inmortalidad de Camarón de la Isla, o la agilidad de Sara Baras, completan este artificio que pretende hacernos recordar el enorme legado que poseemos.
De este modo, la emoción trágica que desprenden estas instantáneas de carácter teatral refuerza el latir de una cultura popular encabezada por el pueblo andaluz. El cantaor, la guitarra, la bailaora, las palmas, los volantes y la mantilla son varios de los iconos que Carlos Saura inmortaliza con su objetivo en este afán de vislumbrar la pura esencia del flamenco. Como coplas escritas desde el querer, el fotógrafo revela estos fotogramas desde su cariño y respeto al género. Es por ello, que la simplicidad de este muestrario se vincula a la intención de acercar a la ciudadanía sus atávicas formas de expresión y, de esta forma, seducir al espectador para cultivar en él la admiración por la eternidad del cante jondo y los ritmos del alma.
Exposición: “Flamenco”.
Comisariado: Chema Conesa.
Lugar: Centro Cultural La Malagueta.
Fecha: Del 2 de junio de 2020 al 30 de diciembre de 2020.
Horario: martes a domingo (lunes cerrado), de 11.00 a 14.00 horas y de 18.00 a 21.00.