La cámara sólida

Alicia Gómez Valle

La cámara sólida Alicia Gómez Valle

Con fecha de inauguración en el día 15 de abril de 2021 y alargándose hasta el 14 de mayo, Memoria de luz sólida-gramáticas del lugar de Jesús Marín inundó la Sala de exposiciones del Rectorado de la Universidad de Málaga (UMA), convirtiéndola en un territorio neutro donde, a través de la escultura, la pintura y la fotografía, además de diversas instalaciones artísticas, el espectador puede reflexionar sobre su posición en el mundo que le rodea.

El artista plástico Jesús Marín, profesor de Escultura y decano en la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Málaga, explora nuevamente el concepto de “luz” y su materialidad, entendiéndola como una manifestación escultórica y dinámica basada en el proceso fotográfico, principio del que parte para su propuesta creativa junto al también profesor Iván de la Torre como comisario. Ambos, traen ante nuestros ojos piezas dedicadas a la evolución, entre los siglos XVII y XX, de las distintas intervenciones humanas en el edificio Trapiche del Prado de Marbella. Este terreno sirve al autor como punto de partida para introducirnos en una nueva forma de ver el espacio, como resultado de la impronta de la sociedad en él.

El concepto de huella como memoria aparece como leitmotiv en su obra, recogiendo en su forma física acciones históricas, y haciendo del terreno un libro que debemos saber interpretar como espectadores y lectores. De aquí la importancia de lo gramático, como el propio nombre de la exposición indica, remarcando así el lenguaje en el que debemos mirar, o mejor dicho, leer su obra.

Siguiendo esta “visión-lectura”, Marín convierte la luz en un lenguaje universal, empleando la huella como grafismo. Espacios disponibles, la serie de fotografías luminofotocinéticas (término que acuña el propio artista para explicar el proceso de captación de la luz en movimiento a través de la fotografía de exposición prolongada), muestra claramente esta unión entre textualidad y luz, proponiendo palabras lumínicas que delimitan los territorios en los que se inscriben, y haciéndonos comprender la condición de movimiento que esta escritura necesita para ser captada.

Jesús Marín se ayuda de la luz para escribir, fotografiar y, por lo tanto, documentar momentos históricos concretos. Es a estos instantes, con fecha y lugar específicos, a los que el artista nos transporta siendo también “no-lugares”, congelados en el tiempo y espacio, idóneos para la reflexión del espectador como individuo contemporáneo capaz de modificar el terreno.

A lo largo de estas fotografías, el artista nos sumerge en un juego de salientes y huecos recurrente en su obra, en los que éstos últimos suelen coincidir con el espacio oscuro, lo que nos lleva a pensar en la sombra como folio en blanco dispuesto a ser escrito por los haces de luz en movimiento. Son “espacios disponibles” para la penetración de la luz y su escritura a manos del ser humano.

En estas imágenes repetidas, el autor desarrolla un lenguaje de colores propio, en el que asocia los tonos más fríos al territorio de lo político, y los más cálidos con el ámbito moral y, por si fuera poco, añade una jerarquización en torno a la sobreexposición y subexposición fotográfica, que refuerza esa diferenciación de los terrenos delimitados. Este código de colores nos sirve, a su vez, como guía, para interpretar la serie pictórica también presente en la exposición.

Cuando colocamos nuestra vista sobre Rayo metálico de luz del mediodía, extrapolamos el proceso fotográfico a lo escultórico, consiguiendo el fin último del artista: ver la luz solidificarse por medio de su representación con materiales duros y blandos, pero nunca etéreos como cabría esperar. Marín capta los rayos de sol, y no como comúnmente se ha hecho a través de la cámara, sino transformándolos en cuerpos tangibles que muestran un interior y exterior interconectados, dando lugar a un camino de brillos y sombras que el espectador debe recorrer. Es precisamente aquí donde reside el gran acierto de la pieza, ya que, este dinamismo depende única y exclusivamente de la mirada del observador, y de cómo este se mueve a su alrededor asistiendo a un baile de luces y sombras, mientras la obra permanece inmóvil.

La mejor manera de ver el efecto de “escultorización” de la luz es a través de las piezas de pequeño tamaño realizadas en barro cocido, en las que se repite la conversión de sombra en hueco y luz en relleno, volviéndonos a recordar que estas zonas oscuras son susceptibles a ser iluminadas, metáfora de la actuación humana sobre ellas. Todo ello se trata de una alegoría del proceso en sí mismo, por medio de una magnífica decisión en cuanto al material elegido, pues Marín nos da una pista de cómo la luz se hace sólida al compararla con el barro, cuerpo blando que se hace rígido. Una de estas obras, Doble liminaridad sólida, tiene su pareja homónima en una escultura de gran tamaño de cuerpo doble, que mantiene la misma idea y estructura, pero realizada con hierro exclusivamente, y es aquí donde el artista establece un paralelismo entre ambas, sumergiéndonos nuevamente en un entramado de sombras y paredes, de vacíos y cuerpos; y pudiendo funcionar siempre la una como sombra de la otra.

No debemos, en ninguna instancia, olvidar el espacio donde se disponen las obras, siendo la propia sala de exposición el mayor de estos campos oscuros disponibles, esperando a ser alumbrado por el espectador que se adentre en este mundo de sombras y brillos múltiples.

La exposición: “Memoria de luz sólida- gramáticas del lugar”

Comisario: Iván de la Torre

Lugar: Sala de exposiciones del Rectorado de la UMA

Fecha: Del 15 de abril al 14 de mayo de 2021

Horario: De lunes a sábado de 10.00 a 14.00h y de 16.00 a 20.00h. Festivos cerrado.