El artista en su taller: del individuo al colectivo

Pablo Lang Noguera

El artista en su taller: del individuo al colectivo

El artista en su laboratorio / Foto: Aida Garau

El taller del artista es a menudo un espacio íntimo, donde el espectador no es deseado; habitualmente dedicado al trabajo individual y a la acogida de obras inacabadas, no pensadas aún para ser vistas. Por ello, la exposición “El artista en su laboratorio” brinda la oportunidad de ser testigos del arte de un modo atípico, desde las coordenadas espaciales y temporales del proceso creador. Como en un laboratorio científico, se permite la experimentación, el ensayo y error, y en él se despliega la mente del artista, su fantasía, sentido estético y emotividad, figurada con máxima credibilidad por Paco Negre y María Lumbreras.

La cita que acompaña el retrato de Elena Laverón, ilustra la característica actitud de los artistas de buscarse a sí mismos en la creación. Crean un “yo” estético, que se distinga en un mercado del arte que atesora la singularidad, llevándolos por caminos divergentes. Lo evidencian las fotografías y citas reunidas en esta exposición, en sus variopintos espacios y métodos de trabajo, y en las diversas formas de entender y vivir la creación. Sin embargo, une a los artistas el afán por la exteriorización de su “yo”, materializando sus emociones y reflexiones. La exposición fotográfica muestra, como resultado de esta divergencia y convergencia, un cúmulo de historias e identidades, que se entrecruzan y se apoyan unas sobre otras, construyendo un relato colectivo y diverso; el relato de lo que significa ser artista en la actualidad.

En el surtido de afectos que muestra la galería de retratos fotográficos, contrasta el retrato de Pedro Casermeyro, que ejerce una mirada de enternecimiento sobre su escultura, con el retrato de Chema Cobo, que, titubeante e inconforme, es el crítico de su propia pintura. El retrato de Teté Vargas-Machuca, que abraza sus obras, sorprendida e intimidada por la mirada del público, apunta a la canónica soledad e intimidad del taller. Por el contrario, expectantes y risueños, Madeleine Edberg y Eugenio Rivas se dirigen al espectador, con gesto amable y de invitación, derribando la barrera entre sí mismos y el espectador, extienden su afectividad a la intersubjetividad, se entregan al arte como un hecho social.

Este recorrido intergeneracional de artistas con taller en Málaga es, asimismo, un desglose de poética sobre la ontología del arte. Se insiste a lo largo de la exposición en la integridad conceptual y material del arte: con actitudes reflexivas de los pintores y escultores en el contacto físico con su obra. Se aprecia en el retrato de Cristina Savage con un guante que asoma de la máquina de escribir en la que teclea, así como en las miradas ensimismadas y las cabezas de los creadores, tratadas e iluminadas como centro de interés. Así se presenta la mente del artista como el propio taller, donde ocurre la acción de concebir las obras. Se sugiere también un continuo entre arte y artífice; aparecen diversos artistas enmarcados, camuflados entre sus propias obras, y generando juegos compositivos con ella. En el retrato de Ismael Kachtihi del Moral, la cabeza del artista forma con sus esculturas una diagonal de esferas. También aparecen explícitas reflexiones de esta índole en las citas de los artistas, impresas en las cartelas, como “El arte no consiste en opinar”, y “El arte sirve para desordenar todo lo que está ordenado”.

La exhibición también ofrece reflexiones sobre la sociología del arte. El retrato de Paco Peinado, con su expresión abatida y el comentario “Rompí con todo para pintar”, sugiriendo la condición de máxima entrega que requiere la profesión. El de Carla Hayes, con la anotación “Colonialismo, diáspora, tejido, rafia, historia, identidad”; el eco de tradiciones artísticas que viajan por las rutas de la esclavitud afroamericana. Este discurso también se posa sobre el sesgo de género. Junto a la cita “La idea de perfección es tan imperfecta” y sobre un fondo violeta, suspira Margaret Harris en expresión serena, sugiriendo liberación de los inalcanzables estándares de la doble verdad sexista. Cristina Savage, simultáneamente rendida y subversiva, teclea arrodillada al lado de unos guantes de limpieza que levantan el dedo corazón. También hay espacio para la reivindicación expresa. Al retrato de Verónica Ruth Frías acompaña la glosa “La Igualdad en el Arte es una de mis Metas”.

En cuanto al planteamiento museográfico, las obras se ven repartidas en dos salas, agrupadas en parejas y tríos, y acompañadas de una cartela con el nombre y una cita del artista retratado, lo que puede entenderse como su título. Se adivina un orden en la disposición de las obras, de carácter temático y formal, suficiente para provocar sensación de continuidad y ritmo visual, reforzando el discurso de las imágenes. Pero es de una sutileza que no obliga al público a seguirlo como único hilo conductor, sino que lo sumerge en la rica fenomenología de la creación plástica, ofreciéndole plena libertad para articular cauces de relación. Así, es taller también la sala de exposición, y todos, cocreadores.

Exposición: El artista en su laboratorio.

Comisario: Guillermo Busutil.

Lugar: Salas Mingorance del Archivo Municipal.

Fecha: Hasta el 24 de septiembre de 2023.

Horario: De 10:00 a 13:00 y 18:00 a 21:00. Sábados, domingos y festivos, de 10:00 a 13:00.