Calder y Picasso desalojando a Zeus

José Antonio Jiménez Del Corral

‘Croisière’ en Museo Picasso Málaga./ Foto José A. Jiménez

Todos recordamos la imagen del colosal Zeus en su templo de Olimpia en el que el dios ocupa todo el espacio hasta quedársele pequeño su propio templo. Nada de lo que veremos en la exposición nos evocará la angustia que debió sentir la gigantesca figura, sometido, siendo un dios, a semejante encierro.

Los objetos que nos reciben en la exposición penden de un hilo, flotan sobre nuestras cabezas, se mueven ligera y libremente creando a cada tiempo formas nuevas, abstractas. No están sometidas a orden alguno y, sin embargo, cuánto sutil equilibrio mantienen y proyectan, son los “móviles” de Calder.

Se podría decir que veremos a partir de aquí cómo dialogan las obras de Picasso y Calder pero, aparte de lo manido de la expresión, no sería del todo cierto. Cada una de las obras la completa el espectador, más aún cuando, como en este caso, conviven obras de diferentes artistas, multiplicando, y de qué modo, las posibles interpretaciones que hagamos de las obras en sí mismas y de la relación que cada uno de nosotros establezcamos entre ellas. En este punto quiero hacer valer la aportación, en cuanto a creatividad artística, de los comisarios de la exposición, eligiendo e invitando a las creaciones de uno y de otro artista a esa convivencia temporal, que veremos con mayor o menor acierto durante nuestro recorrido por las salas.

En obras como “Croisière” podremos comprobar cómo maneja el autor los espacios, cómo llena el vacío con nada, cómo sugiere movimiento (siendo un stabile) con esa imperfección, cómo crea volúmenes a partir de líneas de alambre, curvas para sugerir una esfera o rectas para sostener sobre ellas diminutas esferas. Cuatro líneas, elementos simples y pequeños que nosotros convertimos en planetas, en universos flotantes.

A las figuras de Calder les sobra el contenedor, como si quisieran expandirse, no están sometidas a la realidad de su dimensión física, no para el espectador que pueda o quiera verlas crecer ante sus ojos. Algo similar ocurre con un grupo de tres obras que Picasso dedica a su amigo Apollinaire, abstracción de figuras humanas que imperdonablemente veremos en una vitrina y que incluso así nos las imaginamos gigantescas y poderosas, invitándote a convertirte en un espectador minúsculo ante una construcción descomunal.

Un blanco colaborante envuelve las salas, participa en la creación de esos volúmenes y refuerza las formas dando mayor presencia a las líneas y a las superficies de las obras. Sobre este blanco juega y crea nuevas imágenes la iluminación, muy estudiada para cada obra, sombras fijas en los objetos estáticos y constantemente renovadas tras los objetos móviles. Todas forman parte indisociable de la propia obra de arte.

Un buen ejemplo de lo que quiere transmitir esta exposición es la composición conformada por “Red Lily Pads” de Calder y un grupo de tres figuras humanas de Picasso, “Los Bañistas”: La mujer con los brazos abiertos, La saltadora y El niño, todas de 1956. Las figuras humanas, han sido colocadas sobre un gran pedestal, son toscas, simplificadas y de gran tamaño, están hechas de trozos de madera y objetos encontrados también en madera, su textura es rugosa y sin pulimento alguno. Estas figuras fueron concebidas por el artista en y para otro contexto artístico, lo mismo podemos decir de la obra de Calder que se sitúa sobre sus cabezas conformando un de-lirio de estrellas y de fondo el omnipresente blanco.

El conjunto, como un verdadero ‘Ara Pacis’ que une el cielo con la tierra, que armoniza al ser humano con las estrellas y expulsa de su altar definitivamente al gigantesco Zeus. Vale.

Exposición: “Calder-Picasso”.

Comisariado:   Alexander S.C. Rower, Bernard Ruiz Picasso, Claire Garnier, Emilia Philippot y José Lebrero Stals.

Lugar: Museo Picasso Málaga

Fecha: Hasta el 2 de febrero de 2020

Horario: Diariamente de 10 h a 18 h